El
Pisco al igual que el vino enreda muchas historias para explicar su origen. Esta vez explicaremos un poco más sobre el nacimiento de nuestro “espirituoso
de plata”.
El
origen de nuestro destilado ya no se discute y tenemos muchas pruebas de su
peruanidad, una de estas es el testamento de Pedro Manuel ‘El Griego’. Se trata
de un documento que demuestra que ya en 1613 en nuestras tierras –y para bilis
de los competidores del sur– se producía el exquisito aguardiente a escala
comercial.
Se
llamaba Pedro Manuel y era griego. Había nacido en Corfú, una isla en el
extremo occidental de Grecia, en el mar Jónico, ese lugar de ensueño al que
Poseidón se llevó raptada a la bella Asopo, según la mitología helénica. Se
consideraba a sí mismo griego, y firmaba como tal, aun cuando en su testamento
señaló que su ciudad natal pertenecía a la “señoría de Venecia”. No se sabe
cuándo llegó al Perú ni en qué momento se estableció en Ica, esta “Villa de
Valverde de Yca del Pirú” en la que se volvió un vecino notable y en la que
afincó sólidos lazos hasta su muerte. En verdad, poco es lo que se conoce de su
vida. Pero los escasos datos que se tienen han sido suficientes para
identificarlo como el más antiguo antecesor de los productores de pisco
peruanos. El primer pisquero conocido.
Todo
lo que se conoce sobre Pedro Manuel (Manuel era su apellido) ha sido sacado de
su testamento. Lo mandó a redactar en 1613, “libre y sano de presente enfermedad”,
como registro de su última voluntad en previsión de que lo visitara súbitamente
la muerte. En él hace un recuento de sus propiedades y de sus deudas y da
disposiciones sobre el uso que deberá darle el albacea a sus bienes. Lo
interesante para los historiadores y los amantes del pisco es que ‘El Griego’
consigna ser dueño de un volumen considerable de aguardiente de uva y, además,
de los instrumentos para producirlo. Y lo hace en una época tan lejana como los
inicios del siglo XVII, en la primera centuria del Virreinato.
Solo
86 años después de la llegada de los españoles al país, 78 desde la fundación
española de Lima y 50 desde la creación de Ica, un hombre en el Perú ya venía
produciendo con fines comerciales la bebida que recién dos siglos después
empezaría a ser llamada “pisco”. Chile, nuestro rival en el comercio de piscos,
jamás podrá exhibir credenciales históricas como estas.
Hallazgo en los archivos
El
hombre que descubrió la existencia de Pedro Manuel se llama Lorenzo Huertas. Es
un historiador sanmarquino, paleógrafo, especialista en temas como grupos
étnicos y conformación del espacio social. Casi no bebe pisco, solo en
ocasiones, y cuando lo hace se le sube la presión y se le ponen rojas las
orejas. Sin embargo, su hallazgo lo ha convertido en una de las mayores
autoridades en la materia, presidente fundador y miembro destacado de la
Academia Peruana del Pisco.
En
1986, en medio de una de las numerosas disputas que Perú y Chile han sostenido
sobre el origen del pisco, la Cancillería le encargó a Huertas que investigara
desde qué época se producía en nuestras tierras el aguardiente de uva. El
historiador reunió a un equipo de jóvenes investigadores y juntos se
sumergieron en los ficheros del Archivo General de la Nación. Se concentraron en
los protocolos notariales de Ica, en los que buscaron referencias a viñedos,
venta de vinos, de tierras y términos parecidos. Tenían poco tiempo por delante
–debían presentar su informe en tres meses– así que buscaron a partir del año
1560 y se enfocaron en lo que Huertas llama “años coyunturales”. Por ejemplo,
1563, el año de la fundación de la villa de Ica; 1584, cuando se crean las
reducciones de indios, o 1594, cuando se inician las composiciones de tierras.
Fueron
semanas enteras de revisar los protocolos, cada uno de 500 folios en promedio,
escritos con letra diminuta sobre papeles desgastados por el paso del tiempo.
Por las noches los investigadores reunían el material y Huertas anotaba los
hallazgos más importantes. Un día se detuvieron en el Protocolo N° 99,
redactado por el escribano Francisco Nieto entre los años 1613 y 1620. En uno
de los documentos foliados se hablaba de aguardiente, de “tinaxas”, de
“botixuelas” y de una “caldera”. Huertas se dio cuenta de que se trataba de
algo importante. Era el testamento de Pedro Manuel.
Un gran comerciante
‘El
Griego’ tenía en su casa 30 tinajas llenas de aguardiente. Las tinajas son
recipientes de barro, largos y grandes, como biberones gigantes. El contenido
de las 30 tinajas sumaba un total de 160 botijuelas (según Lorenzo Huerta, la
botijuela era la medida de la época). Tenía también un barril que contenía el
equivalente a otras 30 botijuelas, y, además, otras siete tinajas vacías. Pero
el dato que emocionó a los investigadores fue que Manuel era dueño de “una
caldera grande de cobre de sacar aguardiente” y de dos “pultayas”. Las pultayas
o puntayas son recipientes pequeños en los que descansa el mosto antes de ser
convertido en vino o en aguardiente. Era indudable. ‘El Griego’ tenía una
pequeña destilería en su casa. También tenía vino (200 botijas). Por el volumen
de su producción, era evidente que comercializaba el aguardiente.
Pedro Manuel era un personaje singular. En alguno de sus frecuentes viajes como
comerciante compró a una esclava en Filipinas de la que se había quedado
prendado, la trajo a Ica y tuvo con ella dos hijos “naturales”. De Filipinas
también trajo las “tinaxas de vurnei” en las que almacenaba sus licores. Era un
cristiano ortodoxo, pero al final de su vida se reconoció hijo de la “santa
madre iglesia católica”. De hecho, en su testamento dispuso que lo enterraran
en el Convento de San Francisco, al lado de la pileta bautismal. Fue un
filántropo. Ordenó entregar donaciones a las principales iglesias, conventos y
cofradías de la región, así como a hospitales y casas de ayuda social. Parecía
un hombre de bien, con una buena posición social y una respetable fortuna.
Monumentos a ‘El Griego’
La
figura de Pedro Manuel ‘El Griego’ ha pasado relativamente desapercibida desde
su aparición en la historia, hace 26 años. En 2008, cuando el pisco comenzaba a
ser redescubierto en el Perú, Lorenzo Huertas publicó un librito que acompañó
una exposición pictórica sobre esta bebida. Allí hablaba de ‘El Griego’, pero
como un personaje más dentro de la historia de nuestro licor de bandera. Este
año presentó en la 17ᵃ Feria Internacional del Libro de Lima una versión
ampliada y más completa de aquella obra, con facsímiles del testamento. La
publicación también fue el punto de partida de los festejos por el Día Nacional
del Pisco, que se celebra cada año el cuarto domingo de julio.
Pero
lo que se viene el próximo año es más ambicioso. La Academia Peruana del Pisco,
esa cofradía que reúne a algunos de los mayores conocedores del aguardiente
patrio, ha decidido conmemorar los 400 años del testamento de Pedro Manuel por
todo lo alto. Su presidente actual, Eduardo Dargent Chamot, explica que las
actividades comenzarán con la emisión de estampillas conmemorativas de ‘El
Griego’ y continuarán con la publicación de un libro dedicado esta vez
íntegramente a su figura, con un estudio académico del testamento a cargo de
Lorenzo Huertas. En abril se realizará una conferencia sobre el pisco a cargo
de expositores nacionales e internacionales. Se planea develar dos monumentos
en honor de Pedro Manuel, uno en Lima y otro en Ica, y lanzar mil medallas
conmemorativas hechas por la Casa de la Moneda. No es poca cosa para ensalzar
la memoria de quien es reconocido como el primer productor de pisco en el país.
“Este testamento es como
la partida de nacimiento de nuestro pisco”, dice Lorenzo Huertas. Nadie sabe
cuándo llegó ‘El Griego’ al Perú. Pero seguro que nunca imaginó que el
documento en el que dictó su última voluntad sería, cuatro siglos después, tan
importante para afianzar la identidad de la tierra que lo acogió. (Óscar
Miranda)
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